Como todos (o casi todos) sabemos, este fin de semana ha
tenido lugar en Madrid la beatificación de Don Álvaro del Portillo, sucesor de
San Josemaría Escrivá de Balaguer y prelado del Opus Dei.
No he venido aquí a hablaros sobre la Obra, o como muchos lo
conocen ‘El Opus’, sino que vengo a contaros como he vivido desde la facultad
las semanas previas a la beatificación.
Don Álvaro del Portillo fue 2º Canciller de la Universidad de Navarra y es de entender que dicho evento fuese motivo de gran alegría y
exaltación en todo el campus. Era bonito ver como profesores, alumnos y
distintos integrantes de la universidad trabajaban juntos para poder dar la
mayor importancia posible al suceso. Había pancartas por los halls de las
facultades promocionando el acto, animando a cada uno de los alumnos a unirse
al meollo que estaban montando. No había día en que tuvieras una conversación o
que alguien te hablase sobre la beatificación. Se notaba en el ambiente que
había ganas.
Por fin llegó el fin de semana del 27 de septiembre, fin de
semana programado para El Gran Día. El viernes por la tarde se suspendieron las
clases para que todo aquel que fuese a Madrid tuviese tiempo de sobras para
llegar sin prisas. Muchos alumnos se habían inscrito como voluntarios, y otros
tantos viajarían hasta la capital para no perder detalle del acto.
Yo no pude decir que no. No podía perdérmelo. Fui a Madrid y
allí, como se dice vulgarmente, flipé. El ambiente de festividad que había en
la uni se había expandido entre miles de personas. Gente de aquí, gente de
fuera, gente mayor, joven e incluso niños habían acudido a tan importante
celebración.
Hoy, miércoles 1 de septiembre, la fiesta se ha dado por
terminada. La beatificación se ha acabado y todo el mundo ha vuelto a sus respectivas
casas, pero da la sensación de que todo el mundo se ha llevado un trocito de
Madrid con él para recordar este gran fin de semana.
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Cartel de la beatificación de Don Álvaro del Portillo.Fuente |
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