¡Qué curioso
es irse de casa! Sobre todo cuando cambias de ciudad, de gente, de costumbre e incluso
de lengua. En mi caso he recorrido 485 km (según Google Maps) que son los que
separan mi casa, en Barcelona, de Pamplona.
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Trayecto de Barcelona a Pamplona. Google Maps |
Mi
experiencia en las cuatro semanas que llevo aquí ha sido bastante curiosa, pues
mi idea de Pamplona no se ajusta nada a la realidad.
Yo estaba
convencida de que en esta ciudad hacía frío. La gente me aseguraba que era poco
menos que el polo norte. Siempre tapado. Siempre lloviendo. De setiembre a mayo
no veías la luz del sol… Hasta tal punto me exageraron el temporal de aquí que
ya me había hecho a la idea de que iba a convivir con parientes de Nosferatu.
Os podéis imaginar
mi sorpresa cuando llegó el primer día y hacía más calor que en el desierto del
Sahara (nunca he ido allí pero puedo imaginarme el calor que hace). El segundo
día igual. El tercero, el cuarto, el quinto, etc. no fueron muy distintos.
Llegué a creer que el clima aquí era parecido al clima mediterráneo. Así lo creí hasta que cayó la primera
tormenta.
Ese día me bloquee. Pensaba que llegaba el fin
del mundo. Incluso me preparé un maratón de las películas más catastrofistas de
Roland Emmerich para poder sobrevivir a tal diluvio. ¿Cómo podía la gente salir
a la calle con tanta calma? ¿Es que no se daban cuenta de que había llegado el
apocalipsis? Yo no daba crédito. Esa noche me dormí pensando que se
suspenderían las clases del día siguiente. No fue así. El despertador sonó a
las 7 como cada mañana y hacía tanto calor como los días anteriores. Yo
comprendía nada.
Al final he
comprendido que ya no estoy en Barcelona. La vida en Pamplona es distinta. Aquí
se sale los jueves, y el bus no se llama bus sino “villavesa”. Aquí se lleva
correr delante de los toros y el 24 de septiembre no significa nada para
ellos. No hay “sardanes”, “castallers” ni “pa amb tomàquet”. Aquí puedes decir
que no eres del Barça sin que te miren mal, incluso hay gente que te aplaude.
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Imagen de los San Fermines. |
Pamplona es
para mí un planeta extraterrestre y, espero poder contar en este blog como una ciudad desconocida ha pasado a
ser mi segundo hogar.
Marta Molas
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